Capítulo 14, parte 1

Viernes, 17 de julio. Año 69 después de los Días Oscuros.

No he dormido en toda la noche. De hecho, creo que muy poca gente habrá conseguido pegar ojo. Seguramente los Juegos acaben de una vez por todas a lo largo del día de hoy.

Después de estar más de tres horas dando vueltas en la cama, finalmente he decidido sentarme en la cocina a observar lo que ocurría en la Arena. Las imágenes se van alternando: Silk ha vuelto a la Cornucopia, y está refugiada dentro. Guarda celosamente su maza, ya que seguramente sea la única oportunidad que tenga.

El chico del Distrito 10 se ha visto obligado a bajar por fin de su refugio en lo alto de la palmera. Se ha quedado sin agua, y parece que los Vigilantes se lo están poniendo difícil. Han cambiado por completo el cauce del único río que abastece a la peculiar selva. La mayor parte de su caudal discurre ahora por la inaccesible porción de jungla que ha quedado al otro lado de la brecha generada por el terremoto de hace unos días. La vista aérea de la Arena muestra al tributo, caminando en dirección contraria al agua. Está siguiendo el antiguo cauce del río, pero eso solo le va a llevar a la larga a encontrarse con Ivory.

Cuando enfocan al temible tributo del Distrito 1 parece completamente desolado. La expresión de su cara ha cambiado, queda muy poco de ese chico lleno de confianza en sí mismo que todos vimos en la cosecha. En su lugar, se ve a un chaval asustado, cabizbajo, de hombros caídos y semblante cansado. No creo que haya dormido desde la muerte de Conrad. De pronto se ha encontrado sin aliados y sin armas, lo cual debe haber desmoronado sus planes. Creo que ha perdido bastantes patrocinadores, ya no parece vigoroso, no da sensación de poder ganar fácilmente.

Este punto me resulta interesante. Es increíble presenciar la evolución psicológica de cada tributo. Los inseguros y miedosos se ven obligados a hacer frente a sus temores; los valientes y fuertes acaban por sucumbir a la locura de la Arena. Todos los Vencedores acaban teniendo secuelas mentales.

Ivory ha empezado a andar en dirección al tributo del 10. El encuentro se producirá antes de lo previsto. Los Vigilantes deben estar frotándose las manos: lo mejor es que ellos no han tenido que hacer nada para juntar a ambos chicos. Mayor espectáculo.

Pasan diez, veinte minutos en los que se van alternando las imágenes de uno y otro. De pronto enfocan el área desde arriba: están a unos treinta metros de distancia, pero aún no se han visto con la oscuridad de la noche cerrada. Sin embargo, parece que sí que se han percibido: el inevitable roce con la vegetación les delata.

Me he agarrado a la desgastada gomaespuma de mi silla. Si sigo clavando las uñas tal y como lo estoy haciendo, quedará poco de ella dentro de un rato. Pero no puedo evitarlo, la tensión me absorbe. Noto cómo el corazón se me acelera. Creo que mi padre y yo debemos dar una imagen parecida a la que estoy viendo cuando estamos de caza en el bosque del Distrito. Solo que en la Arena ambos pueden ser tanto cazador como cazado.

Están mirando a su alrededor, tratando de descifrar los susurros de las hojas y el viento. Creo que la angustia se ha apoderado del chico del 10, está hiperventilando y de pronto, presa de la desesperación, empieza a correr hacia una dirección aleatoria. Ivory finalmente localiza la fuente del sonido, el brillo asesino ha vuelto a su mirada. Con grandes zancadas intenta dar alcance a su oponente, pero no tiene que esforzarse mucho: el tributo del Distrito 10 ha tenido la mala suerte de correr directamente hacia los brazos del enorme pelirrojo. Ivory es mucho más grande que él, por lo que le agarra sin problemas, y, sin otro recurso, intenta ahogarle con sus manos. Parece que la lucha está decidida cuando el pequeño chico dirige dificultosamente una de sus manos hacia la mochila que porta en la espalda. Un brillo acerado destaca en la noche, y de pronto el profesional emite un alarido de profundo dolor, soltando inmediatamente el cuello de su presa. La maza de pinchos del chico del Distrito 10 había impactado directamente en su costado, posiblemente alcanzando las costillas.

Durante una milésima de segundo, los oponentes han cruzado una mirada, pero Ivory ha sido más lento. El pequeño se le ha adelantado, y ha vuelto a clavar su arma repetidas veces en la brecha sangrante de su adversario.

He soltado un quejido de sorpresa. Obviamente, para llegar a estar entre los tres últimos, el tributo del 10 debía tener agallas, pero no me esperaba que fuese a resultar tan violento. El ataque me ha pillado tan desprevenida como a Ivory Hornby.

El profesional deja caer su peso sobre sus rodillas, respira con dificultad. Una chispa de locura se enciende en los ojos del chico del que aún desconozco el nombre. Echa hacia atrás el brazo con el que sujeta la maza, y carga contra su rival. No quiero seguir mirando. Giro la cabeza, y poso la vista sobre el fregadero. Entonces suena un cañonazo. Tardo aún otro minuto en volver a mirar la pantalla del televisor, ya que no quiero encontrarme con la repetición. Cuando por fin miro, un letrero que corre por la imagen reza:

"Ivory Hornby, Distrito 1"

El chico que parecía tener más posibilidades de ganar los Juegos ha caído. Aquel que aparentaba poder acabar sin esfuerzo con todos los demás. El que más patrocinadores se ha llevado desde que empezó la edición.

La cámara acaba de enfocar a Silk. Tiene los ojos muy abiertos. Ha oído el cañonazo, pero no tiene manera de saber quién ha sido. Solo sabe que ahora su única salida es acabar con quienquiera que sea su último rival.

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